CAPÍTULO 2 – RESURRECCIÓN

Un yermo desértico; un planeta de escombros, cenizas y cadáveres. La guerra solo trae muerte y penuria.

Las heridas del cuerpo tardaron en sanar: un lento y doloroso palpitar de llanto y sufrir; mientras que las heridas del alma nunca cerrarán lo suficiente como para quedar olvidadas. Mi carga es pesada pero desde el segundo de mi «resurrección» no volví a ser el que era, no, él murió junto los míos. Nunca pensé que volvería a retomar el mal camino, quizá nunca lo abandoné, quizá el universo tenía grabado en letras de sangre mi destino y no era más que una marioneta bailando el compás de fuerzas superiores a mí. No lo creo; simplemente algún hijo de puta con galones estableció una orden de mando y todos sufrimos para que pudiese colgarse otra medalla. Ahora yo tendría el placer de cobrarme una venganza lenta y dolorosa. El universo es extenso pero no tengo prisa.

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Cuando aquella nave de carga aterrizo a las afueras y el pequeño grupo de exploradores se dispuso a hacer el reconocimiento vi mi oportunidad. Soy un superviviente. Un basurero que ha encontrado lo que necesita para rehacerse. El primero de ellos no se dio cuenta de que estaba muerto hasta que cayó al suelo. El resto fueron presas fáciles. Cuando el último cogió su moto deslizadora para tratar de huir alcancé una de las carabinas blásters con tranquilidad. La llanura no le protegería. Respiré pausadamente y apreté el gatillo. A lo lejos pude ver caer el cuerpo inerte del explorador y como la moto aminoraba hasta quedar totalmente detenida.

Limpié mi improvisado cuchillo en los andrajos que me cubrían y me adentré por la rampa de acceso de la bodega de carga de la nave. Las cajas de mercancías se amontonaban. Eran ladrones, gentuza que se gana la vida robando a los muertos y rebuscando entre las ruinas. Carroñeros que vuelan tras la guerra para alimentarse de los restos.

Pude escuchar una voz desde la cabina, preguntando en alto sin saber qué ocurría. Cuando me vio entrar en la sala intentó alcanzar su bláster de bolsillo. Mi disparo le atravesó la cabeza, dejándolo colgando como un muñeco sobre el asiento del piloto. La nave era ahora mía.

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Con la oscuridad del atardecer cerniéndose sobre mi antiguo planeta natal siento las vibraciones de la nave y el fuerte resonar de los motores atmosféricos. No es una gran nave, ni mucho menos; un carguero medio de clase «Fénix» con algunas modificaciones sencillas que le confieren un uso, casi exclusivo, como contenedor de basura móvil.

Dejo atrás Deneira y activo los hiperhimpulsores, estableciendo una ruta de hiperespacio comercial aunque con poco tránsito. Necesito llegar a los sistemas más cercanos al conflicto para obtener las respuestas que busco… las tendré, estoy seguro de ello… con este pequeño cascarón podré costearlas y prepararme para lo que se avecina.

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2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Valthaer dice:

    ¡Una historia muy interesante! Quedo a la espera del siguiente capítulo 🙂

    Por cierto, enhorabuena por el grandísimo trabajo de este blog, ya somos muchos los aficionados a él.

    Un saludo desde Pamplona!

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  2. David dice:

    Muy interesante! deseando leer el siguiente

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